Capítulo IX
Durante algún tiempo, Flinx había estado mirando por la compuerta principal del salón, bien consciente de que había alguien más detrás de él. Pero volverse inmediatamente hubiese engendrado un malestar innecesario. Se volvió ahora para ver a los dos científicos y darse cuenta de que no tenía por qué haberse preocupado. Ninguno de los dos le prestaba la más ligera atención. Habían acercado unos sofás y contemplaban el magnifícente caos de los cielos distorsionados por su marcha. Sin darse por enterada de su escrutinio, la panoplia prismática fluía sin variaciones.
—No te preocupes por nosotros, Flinx. Estamos aquí para lo mismo. Disfrutar de la vista.
El filósofo volvió su atención a la enorme compuerta y a los soles distorsionados por el barniz que brillaban mucho más fuertemente de lo que nunca habrían hecho en su estado natural.
Pero la concentración y. el humor de Flinx habían cambiado. Continuó mirando a los dos científicos.
—Señores, ¿no os parece extraño que en un tiempo cuando tanta gente encuentra muchas dificultades en llevarse bien unos con los otros, vosotros dos, de razas completamente diferentes, consigáis llevaros tan bien?
—Me temo que tus preguntas nunca soportarán el peso de la sutileza, muchacho —Tse-Mallory se volvió hacia el thranx—. A veces en el pasado mi amigo y yo vivimos en una asociación bastante cercana, podría decirse que íntima. Nuestro trabajo así lo requería. Y no somos tan distintos como puedas pensar.
—Recuerdo que os llamasteis el uno al otro hermano espacial varias veces.
—¿Sí? Supongo que lo hicimos. Nunca nos hemos acostumbrado a la idea de que otra gente pueda encontrarlo extraño. Es natural para nosotros.
—¿Formabais un equipo artillero?
—No —dijo Truzenzuzex—, tripulábamos una nave-aguijón. Pequeña, rápida, una sencilla lanzadora de SCCAM medios.
—En cuanto a nuestra relación, sin hablar de la vida en la nave, Flinx, no estoy seguro de que Tru o yo pudiésemos darte una respuesta objetiva. Sencillamente nuestras personalidades parecen complementarse una a otra. Siempre ha sido así. La atracción entre humanos y thranx es algo que ha hecho sudar a los psicólogos de ambas razas durante años, sin que hayan encontrado nunca una explicación satisfactoria. Hay incluso algunas parejas y grupos que se ponen enfermos físicamente si uno es separado durante largo tiempo de su colega alienígena. Y parece funcionar así para los dos lados. Una especie de simbiosis mental. Subjetivamente, nos sentimos muy cómodos el uno con el otro.
—¿Conoces los acontecimientos que condujeron al amalgamamiento, la guerra pitar-humanx y todo eso?
—Me temo que únicamente conozco fragmentos y trozos. Una escolaridad regular es algo que me eludió muy pronto.
—Hum. Sospecho que al contrario.
—Cuéntaselo tú al chico. Estoy seguro de que encontrará más de su gusto la versión humana de la historia.
—De acuerdo. Los humanos y los thranx —comenzó Tse-Mallory— se han conocido los unos a los otros durante un período de tiempo relativamente corto. Es difícil de creer hoy, pero es verdad. Hace poco más de dos siglos-t, naves exploradoras de ambas razas encontraron por primera vez las civilizaciones respectivas. Por aquel tiempo, la humanidad ya llevaba varios siglos-t en el espacio. En ese tiempo, mientras se dedicaba a la exploración y a la colonización, se había encontrado con muchas otras formas de vida alienígena. Esto era también verdad para los thranx, que habían permanecido en el espacio incluso por más tiempo que la raza humana. Desde el mismo principio surgió una atracción indefinible entre las dos razas. Las reacciones favorables en las dos partes sobrepasaron con mucho los esperados prejuicios y aversiones.
—Que también existían en los planetas thranx —intervino Truzenzuzex.
—Creí que yo iba a contar esto.
—Mis disculpas, ¡oh omnipotente!
Tse-Mallory hizo una mueca y continuó.
—Los thranx eran la raza más extraña que los hombres se habían encontrado nunca. Un insectoide cien por cien, de cubierta dura, sistema circulatorio abierto, ojos compuestos, articulaciones rígidas, inflexibles, y ocho miembros. Además, ponían huevos. Según los describió un comentador de noticias del momento, «eran completa y deliciosamente raros».
—Si mis recuerdos no me fallan, en aquel tiempo vuestro pueblo puso también unos cuantos huevos —añadió con voz aguda el filósofo.
Tse-Mallory le hizo callar con una mirada exasperada.
—Teniendo en cuenta las experiencias del pasado, podría esperarse que la reacción humana ante el descubrimiento de una raza de insectos sensibles y gigantes fuese de hostilidad, o por lo menos suavemente paranoica. Ese había sido el esquema en demasiados contactos previos. Además, el hombre había estado luchando contra unos parientes de los thranx, más pequeños y mucho más primitivos, durante miles de años en su planeta nativo. De hecho, aunque no podáis creerlo, el término «chinche» tenía originalmente un sentido despectivo.
«Pero ahora la humanidad ya había aprendido que tendría que vivir en paz y armonía con seres cuya apariencia podría ser personalmente repulsiva. El saber que muchos de aquellos mismos seres consideraban al hombre como un ser de aspecto tan repulsivo como él los consideraba a ellos, no mejoraba las cosas —miró expectativamente hacia Truzenzuzex, pero aquel valiente estaba, por lo menos temporalmente, doblegado—. Por tanto, la reacción que se produjo entre humanos y thranx fue doblemente inesperada. Las dos razas se adhirieron la una a la otra como un par de gemelos que hubiesen permanecido separados durante largo tiempo. Las características thranx de tranquilidad, habilidad para tomar decisiones en frío, cortesía y humor irónico eran tremendamente admiradas por los humanos, que buscaban en sí mismos esas cualidades. De la misma forma había una audacia combinada con inteligencia, una enorme confianza en sí mismos y una sensibilidad a los ambientes, que los thranx encontraban atrayente en el hombre.
»Una vez que se votó por las dos razas y que fue aprobado por márgenes considerables, a pesar de la esperada oposición de los chauvinistas adinerados, el amalgamamiento demostró resultar menos problema de lo que los optimistas habían esperado. El lenguaje de chasquidos thranx, con sus correspondientes silbidos, tenía en realidad una razonable correspondencia fonética entre los miles de idiomas y dialectos terráqueos.
—Subdivisiones africadas —musitó Truzenzuzex—, Xhosa.
—Exacto. Por su parte, los thranx podían, aunque con dificultades, pronunciar el principal sistema de lenguaje humano, el terranglo. El resultado eventual del inmenso trabajo de fonéticos, lingüistas y semánticos de ambas partes fue un lenguaje que se esperaba que combinase los mejores aspectos de los dos. Los chasquidos, silbidos y algunos de los sonidos estridentes del principal lenguaje de la Colmena fueron conservados intactos, así como la mayor parte de los sonidos y vocales más suaves del terranglo. Resultó probablemente lo más próximo a un lenguaje universal, si exceptuamos la telepatía, que nunca conseguiremos: simbio-lenguaje. Afortunadamente para fines comerciales, la mayoría de las otras razas poseedoras de un aparato vocal pueden emitirlo también, al menos lo suficiente como para salir del paso. Incluso los AAnn, que resultaron mejores que muchos otros.
»La sociedad de mutua admiración se había disparado y florecía. Se había extendido bastante pronto a otros aspectos del nuevo sistema de vida humanx. Nuestros políticos, jueces y hombres de leyes no podían por menos de admirar la belleza y simplicidad con que habían sido conjuntados la ley y el gobierno thranx. Era prácticamente una forma de arte, proveniente de la propia estructura de la vieja Colmena. No es que fuese muy diferente de las municipalidades y naciones-estados más antiguos entre los humanos. Sólo que era mucho más sensato. Los abogados y magistrados thranx pronto despejaron un montón del trabajo acumulado que había estado obstaculizando los tribunales humanos. Además de su superlativo y natural sentido de la jurisprudencia, no podían ser acusados por nadie de parcialidad.
»Por otra parte, los deportes derivados de los terráqueos revolucionaron completamente el mayor de los problemas thranx: el ocio. Simplemente no habían comprendido que hubiese tantas formas organizadas de divertirse. Cuando descubrieron el ajedrez y el judo, el tira-la-piedra y todas esas tonterías se terminaron para siempre.
—Cinturón negro de tercera categoría —anotó Truzenzuzex orgullosamente—. Aunque me estoy volviendo demasiado crujiente para una actividad de ese tipo.
—Eso había advertido. Muchacho, podría seguir y seguir. Los planetas humanos se vieron inundados por exquisitos ejemplos de la maestría thranx. Maquinaria, obras de artesanía, artículos de uso personal, delicados productos eléctricos y así sucesivamente. Incluso el colorido corporal de los unos era agradable para los otros, aunque el olor thranx tenía una decidida ventaja sobre el humano.
—Nada que oponer a eso —explotó el filósofo. Esto le valió otra aguda mirada.
—Cuando los thranx conocieron la literatura, pintura y escultura terráqueas y otras cosas aparentemente sin relación, como los helados o los juguetes para niños... Resumiendo, las dos razas parecían fundirse asombrosamente bien. El mayor de los avances humanx fue el mando doble-ka modificado. Ya habrás oído hablar de él.
«Pero con mucho el impulso hacia el amalgamamiento —junto con la guerra pitar-humanx— fue la formación de la Iglesia Unida. En ambas razas existen grupos poderosos y relativamente nuevos, de creencias similares. Cuando conocieron la existencia de los otros, una organización alienígena prácticamente con los mismos sistemas teológicos y los mismos fines, pronto formaron un combinado que se extendió rápidamente y atrajo a todos los miembros de las iglesias establecidas con anterioridad, excepto a los más duros de roer. Uno de sus atractivos fue insistir en no ser considerada una organización religiosa. Por primera vez la gente podía conseguir un guía espiritual de alto nivel sin tener que profesar una creencia en Dios. Allá entonces fue toda una revolución. —Es casi seguro, juzgando por lo que conocemos —añadió Truzenzuzex—, que continúe siendo la única institución espiritual multirracial en toda la galaxia. Y hay también miembros de otras razas.
—Me temo que no pertenezco —dijo Flinx.
—Eso no importa. A la Iglesia en realidad no podría importarle menos. No hacen proselitismo, ¿sabes? Están demasiado ocupados con las cosas importantes. Por supuesto que estarían encantados de tenerte a ti o a cualquier otro como un nuevo miembro, pero tú tienes que buscarles. La montaña tendrá que ir a Mahoma, porque Mahoma está bastante ocupado en su vecindad.
—¿Cómo? —dijo Flinx.
—Olvídalo. Una referencia arcaica. Incluso nuestro materialista capitán es un miembro.
—Lo había adivinado. ¿También él cree en Dios?
—Es difícil decirlo —dijo Tse-Mallory pensativamente—. De todas formas, eso es sólo incidental. Me preocupo más si Dios cree en él o no, porque tengo el presentimiento de que antes de que termine el viaje vamos a necesitar toda la ayuda exterior que podamos conseguir.
—¿Qué pasó en la guerra Pitar-humanx?
—Mañana te lo contaremos. Ahora mismo yo necesito beber algo. No había conferenciado así desde hace mucho tiempo.
Fiel a su palabra, reemprendió la narración a la mañana siguiente, tomando té y pastelillos. Además uno se aburre rápidamente viajando por el espacio. Su audiencia había aumentado, puesto que todo el mundo estaba ahora en el salón, excepto Wolf. Era su turno de guardia.
—Yo también conozco los detalles —dijo Malai-ka, con un brazo colocado posesivamente alrededor de la cintura de Sissiph—. Pero creo que disfrutaré en oíros contarla. ¡Sé que mis versiones no son las más correctas!
Se echó a reír ruidosamente.
—Seguro —dijo Tse-Mallory, imitando inconscientemente a su anfitrión—. Unas cinco décadas-t después del contacto inicial entre los terráqueos y los thranx, las relaciones entre las dos civilizaciones crecían a una velocidad geométrica. Las dos partes, no obstante, todavía recelaban la una de la otra. El contacto entre los dos grupos religiosos se encontraba aún en una fase formativa y el amalgamamiento era un sueño en las mentes de unos cuantos visionarios sobresalientes de una y otra raza. Todavía eran enormemente sobrepasados por los «patriotas» de los dos bandos.
«Entonces tuvo lugar el primer contacto térraqueo con los pitárlanos. Esta raza ocupaba dos planetas densamente poblados en el sector de Orion. Constituían un factor totalmente inesperado, una raza alienígena, humana en una proporción de punto nueve seis tres. En verdad, una admirable y todavía no igualada coincidencia de forma. Externamente y para todos los propósitos prácticos eran idénticos a la raza humana. Su aspecto como raza se aproximaba bastante al ideal terráqueo. Los machos eran altos, musculosos, atractivos y de una estructura excepcional. Las mujeres, cien por cien femeninas y tan atractivas, por lo menos, como los varones. La humanidad pasó por una breve fase histérica en la que cualquier cosa remotamente pitaríana era objeto de servil imitación. Los pitarianos aparecían como bastante cordiales, aunque un poco nerviosos y reservados. Profesiones ilimitadas de ayuda mutua y de amistad eterna fueron intercambiadas entre las dos razas.
Los pitarianos eran altamente científicos, y en unas cuantas fases de investigación llegaron sorprendentemente casi a igualar a la Tierra. En armamento, por ejemplo. Las razones para esta aparente dicotomía en una civilización supuestamente amante de la paz se hicieron claras después. Mucho después. Esto también parecía tener una desproporcionada influencia en su estructura social. La amistad entre pitarianos y humanos progresaba a una velocidad comparable a la existente entre humanos y thranx. Varios años después del primer contacto, un carguero vagabundo llegó por casualidad a una colonia humanoide grande, pero aislada: Treethunk o Argus V, como se la conoce ahora. Aparentemente, toda la colonia (unas seiscientas mil almas) había sido completa y despiadadamente exterminada por una forma de vida desconocida. En todo el planeta no había quedado con vida ni un hombre ni una mujer ni un niño. Los cadáveres de mujeres se echaban especialmente de menos. La razón de esto también fue descubierta más tarde. Bien, expresiones de simpatía surgieron de las otras razas inteligentes, los pitarianos incluidos. Estaban por lo menos tan furiosos como cualquiera de los demás. La mayoría de las razas enviaron exploradores para tratar de localizar a esta nueva y virulenta raza alienígena antes de convertirse ellos mismos en víctimas de una atrocidad similar.
«Dos meses más tarde, un hombre fue encontrado en órbita alrededor de uno de los dos satélites del planeta devastado, en un antiguo bote salvavidas aparejado con un timón. Un crucero de los Unop-Phatha —¿conocéis esa raza?— estaba en aquel momento en patrulla de cortesía, y por casualidad entró en el radio del débil transmisor del bote. Anteriormente, nunca se habían encontrado con un humano loco, y no tenían idea en absoluto de qué hacer con él, hasta que pudieron entregarlo a las autoridades humanas más cercanas. Casualmente, lo hicieron al gran grupo de investigación que estaba cribando Treetrunk en busca de pistas. Un mes de tratamiento intensivo consiguió devolver al individuo una coherencia parcial.
«Les llevó algún tiempo sacar algo en limpio de su historia. Su mente había sido malamente desquiciada por los meses pasados vagando en el espacio, por los temores de encontrar una nave enemiga y, después de un cierto tiempo de no encontrar ninguna, por lo que había visto en el propio planeta. Era una suerte que no hubiese tenido el valor de suicidarse. La horrorosa historia que contó ha sido documentada muchas veces y personalmente la encuentro desagradable, de manera que omitiré las partes sangrientas.
»Él enemigo había atacado sin avisar, sembrando la muerte sobre la desprevenida población. Carente de una fuerza militar regular, o sin necesidad de una, el planeta estaba completamente desamparado. Los esquifes de la policía lo intentaron, y como era de esperar, demostraron ser inútiles. Todas las llamadas pidiendo merced, negociaciones o rendición eran contestadas en la misma forma que una resistencia feroz. Cuando toda oposición había sido aplastada y todas las comunicaciones interestelares completamente destruidas o interferidas, los invasores bajaron en naves de un diseño vagamente familiar e inspeccionaron lo que quedaba de la maltratada colina.
«Nuestro único superviviente se había sentido tan sorprendido como todos cuando las escondidas pantallas tridimensionales se habían fijado sobre los muelles de los cargueros que aterrizaban y las tropas armadas pitarianas comenzaron a salir. Su destrucción de la población humana que había sobrevivido fue implacable, tratándola como si fuesen los más bajos y sucios organismos en el universo. Se apropiaron de algunos objetos valiosos, pero en su mayor parte parecían disfrutar simplemente de la matanza, como las comadrejas en la Tierra. En este punto, la mente del hombre comenzó de nuevo a huir. Los psiquiatras que le atendían sintieron que si hubiese permanecido cuerdo, nunca hubiese sido capaz de hacer frente a las otras pruebas a que la fuga sometió su mente, como no comer en cuatro días, y cosas así. Los pitarianos fueron concienzudos. Llevaban detectores de vida para rastrear a los supervivientes, por muy bien escondidos que estuvieran.
»Nuestro informador había vivido en una pequeña ciudad cerca del ecuador del planeta. Anteriormente ingeniero en una nave espacial, se había comprado un pequeño y anticuado bote salvavidas con el que en sus ratos libres le gustaba hacer chapuzas. De hecho se necesitó un loco para suponer que aquella ruina pudiese llegar alguna vez hasta la luna más próxima. Antes de que las tropas del enemigo hubiesen alcanzado su área, se las arregló para aprovisionar el diminuto bote y realizar con éxito el despegue. Obviamente, las naves de guerra en órbita ya no esperaban ninguna nave proveniente de la superficie del planeta. Todos los puertos espaciales habían sido destruidos y las naves comerciales de mando doble-ka en órbita de aparcamiento habían sido vaporizadas cuando intentaban escapar o conquistadas por tripulaciones pitarianas en busca de botín. Sencillamente, nadie pensó en un intento de escapar al espacio. Los satélites eran inhabitables y no había ningún otro planeta en el sistema capaz de soportar la vida humana. O quizás no contaban con el equipamiento necesario para detectar un sistema de propulsión tan diminuto y pasado de moda como aquél. Sea como sea, atravesó a salvo sus pantallas exteriores y se colocó en órbita cerrada alrededor de la primera luna. En realidad, nunca esperó ser recogido. Todo lo que su enturbiada mente podía pensar era en escapar de la abominación de allá abajo. Fue rescatado por pura casualidad.
»Ese era el meollo de su historia. Entre los detalles nauseabundos que las sondas extrajeron de él, estaba lo que los pitarianos hicieron con los cuerpos de todas aquellas mujeres desaparecidas. Resultaba tan desagradable, que las autoridades intentaron conservarlo en secreto para el público en general; pero como pasa a menudo en estos casos, la noticia se extendió. El clamor que produjo fue violento y amplio. La guerra nunca se declaró formalmente, porque la mayoría de los miembros del Congreso terráqueo estaban en la reserva y corrieron a embarcar en sus naves.
»La gigantesca armada que se reunió se lanzó sobre el sistema pitariano. Con gran sorpresa de todos, los pitarianos se mantuvieron en sus bases planetarias y en los satélites. En el espacio, sus naves no eran oponentes para la flota humana, además de estar en gran inferioridad numérica; pero la posibilidad de una situación como aquélla había sido considerada por los científicos pitarianos que habían desarrollado una red ofensiva-defensiva contra la cual el armamento de las naves espaciales no podía hacer mucho. Se desencadenó una guerra de atrición, en la que los pitarianos esperaban obtener la victoria convirtiéndola en una guerra demasiado cara de sostener. Como resultado fueron efectivamente bloqueados del resto del universo, o, como los más educados eran aficionados a decir, fueron colocados en un asunto de «cuarentena forzada».
«Parecía que la situación podría prolongarse así indefinidamente. Es decir, hasta que aparecieron los thranx. Como la mayor parte del resto de las razas inteligentes, los thranx habían oído los detalles de la masacre del Argus V. Diferenciándose de la mayoría, sin embargo, estaban dispuestos a hacer algo más efectivo que simplemente un bloqueo. Por lo que concernía a los thranx, la nota final fue el fin reservado por los pitarianos a las hembras humanas. En los mundos thranx la hembra es considerada como un objeto de veneración al que hay que ayudar todavía más que en los más galantes mundos de los humanoides. Esto es un legado de sus primeros antepasados, cuando había una reina ponedora de huevos que había que proteger y alimentar. En el momento en que esta actitud hereditaria se tradujo en modales, fue uno de los motivos por los que las hembras tanto terráqueas como humanoides en general, que habían tenido contactos con los thranx, se contaron entre las primeras entusiastas vociferantes de la idea del amalgamamiento.
»Por tanto, los thranx añadieron sus flotas a la humana. Al principio, esto no tuvo otro efecto que el de intensificar un bloqueo que ya era casi perfecto. Después, los equipos humano-thranx realizaron los primeros grandes avances en los sistemas de mando doble-ka, el complejo de las armas SCCAM, etcétera. Finalmente se halló un artilugio capaz de penetrar la red bélica pitariana. Fue utilizado. En este tiempo hubo algún deseo entre los científicos humanx de hacer un intento para preservar intacta al menos una porción de la civilización pitariana con el fin de poder estudiarla. Esperaban encontrar una explicación a su extrema paranoia racial. Con la sensibilidad reinante en los planetas humanos, no obstante, esto resultó imposible. Hay también alguna razón para pensar que los mismos pitarianos no lo habrían permitido. Su miseria era así de grande. De cualquier forma, pelearon hasta la última ciudad.
»Los tres planetas permanecen devastados y vacíos. Uno humano y dos pitarianos. No son visitados a menudo, excepto por los curiosos y los morbosos.
»Los equipos de científicos que trabajaron en las ruinas de la civilización pitariana llegaron a la conclusión de que la raza era totalmente incapaz de aceptar o comprender términos como misericordia, compasión, apertura, igualdad y otros conceptos abstractos similares. Se creía la única raza capaz de existir en el universo. Una vez que consiguieron robar todo el conocimiento solicitado a los bárbaros humanos, se dispusieron a destruirlos. Las otras razas inteligentes de la galaxia hubieran sido las siguientes en su programa de exterminación, incluyendo a los thranx. Comparados con ellos, nuestros modernos competidores de otro tiempo, los AAnn, son positivamente pacíficos.
«Afortunadamente, en casi todos los aspectos los pitarianos no fueron nunca tan inteligentes como los AAnn. Su desarrollo bélico excedía con mucho su madurez racial. Su presunción sobrepasaba a su inteligencia. Me he preguntado a menudo si la guerra humanx-pitar fue un único empujón hacia el amalgamamiento o una ayuda múltiple. Existía odio mutuo contra los pitarianos, gratitud de la humanidad por la ayuda thranx y el miedo a que en algún lugar entre las estrellas pudiese existir otro puñado de asesinos psicópatas como los pitarianos.
En la elegante habitación se hizo un gran silencio cuando Tse-Mallory terminó.
—Bien —dijo Atha por fin, rompiendo el silencio cargado de pensamientos—, es mi turno allá adelante. Me iré a relevar a Wolf.
Se desenroscó del sofá y partió hacia la parte delantera de la nave.
—¡Ndiye, ndiye! —el mercader se inclinó y miró a Sissiph de reojo—. Ven, mi pakadogo, gatita. Estamos sólo a la mitad de ese delicioso libro tuyo, y no puedo esperar ver el final. Aunque son fotos en su mayoría, ¿no nos excusaréis, gentiles señores?
Riéndose, condujo a la muchacha fuera del salón.
Tse-Mallory comenzó a colocar los niveles para el tablero del ajedrez de personalidades, mientras Truzenzuzex manejaba las cartas y alineaba las piezas azules, rojas y negras.
Flinx miró al sociólogo.
—Señor, ¿no participasteis en las guerras humanx-pitar?
—¡Por el puro Flujo, joven, no! Admitiré que tengo una edad avanzada, y de vez en cuando incluso que soy viejo, pero ¡nunca arcaico! Sin embargo, tuve un abuelo que sí participó, como supongo que hicieron todos nuestros antepasados en aquel tiempo de una forma u otra. ¿No lo hicieron los tuyos?
Flinx se levantó y sacudió ociosamente sus pantalones. La piel de la alfombra tenía tendencia a quedarse adherida.
—Discúlpenme, señores, por favor. Recuerdo que no he dado a Pip su comida de la tarde, y no me gustaría que se irritase y comenzase a mordisquearme el brazo.
Dio la vuelta y se dirigió hacia el corredor. Tse-Mallory se quedó mirándole con curiosidad; después se encogió de hombros y volvió a su partida. Le tocaba mover.